martes, 5 de octubre de 2010

Temporal de lluvia y viento

Durante toda la noche diluvió y con cada gota se gestaba un domingo de estar por casa. Despertando tarde. Incluso los pies se demoran en salir de cama. El desayuno, calentito. Afuera, una cortina de lluvia que se agita al azote del viento, todo visto desde la calma de mi ventana.

Pero el despertador sonó, Clint Mansell diluyó los trazos gruesos del domingo dibujado. Hubo que reescribir esa historia. Me lo pasé de maravilla.

No llevaba ni dos minutos montado en la bicicleta y ya estaba empapado de lluvia y charcos. Llegué más que puntual al cine de A Ramallosa, pero nadie de la peña ciclista acudía. Me adoptó otro grupo ciclista y partimos. También entre ellos faltaban muchos de los habituales. En total eramos cinco. El monte se desbordaba de agua y barro. En largos trechos más que pedalear navegabamos y alguno incluso encayó en una trampa de lodo. Cuando el viento nos daba de frente era agotador pero la mayor parte del recorrido pedaleabamos protegidos por el bosque. Agua ubicua con olor de tempestad inundándome de vida. El gris del cielo encendía los verdes intensos del follaje.

Treinta y cinco kilómetros después llegué a casa hambriento, cansado y escondido en una capa de barro homogénea. El temporal no cesó pero para mi fortuna la comida familiar no se había cancelado. Mmmm. Sabores gallegos en abundancia para un ciclista de montaña hambriento.

Sin duda un final feliz.
Abur

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