Música, chicas guapas, luces, chelas de 7 usd, paisajes desérticos, hamburguesas, gente y diversión acontesió hace una semana en los 3 días de la aventura de Coachella.
Pero todo empieza desde que uno decide tomar un avión para Tijuana y cruzar por la frontera más transitada del mundo. La impresión de que algo malo está pasando en Tijuana te la quieren hacer sentir desde que bajas del avión. En las bandas donde uno recoge su equipaje se encuentran vigilando, a parte de los guardias de las policías acostumbradas, los soldados de la marina Mexicana. Esto ya en sí da un aire de zona de guerra, pero luego la impresión de abrir mi mochila y encontrarme con un estuche de lentes que no era mío no hizo más que poner a trabajar mi cabeza, ¿quién me lo echó? ¿por qué abrieron mi mochila? ¿que trae adentro ese pinche estuche?
Derivado de la imagen que nos crean los noticieros todos los días, no pude evitar sentirme nervioso al pensar que probablemente alguien ya me estaba queriendo embarcar en un negocio chueco.
La cosa no fue pa tanto, si eran unos lentes chafas que le quisieron robar a alguien y seguramente ya no más buscaron a quién "devolvérselos".
De ahi del aeropuerto, hay que tomar un autobús que te lleva a la frontera, ahi, te bajan con todos tus triques para que pases por la oficina de la aduana y verifiquen que no llevas intenciones de malearles su país. Mientras esperábamos en la fila del lado Mexicano antes de cruzar a la oficina, nos tocó presenciar como un joven Mexicano que probablemente sintió que era fácil entrar y salir por ahi, intentó regresar a nuestro país por la puerta en la que todo mundo sale del mismo y ademas sin documento alguno. El joven no hizo gala de habilidad y en menos de dos parpadeos los dos policias fronterizos ya lo habían tumbado al piso e intentaban esposarlo mientras nuestro paisano luchaba por safarse; luego con un grito de "ayúdenme" intentó encontrar apoyo en los connacionales que estabamos esperando en la fila, pero pos ni como. Luego llegaron otros 2 guardias, uno de ellos de peso respetable, el cuál se le subió en la espalda al incauto para ya inmovilizarlo.
Después de esta nueva estampa de la frontera y de una espera como de una hora, por fin entramos al servicio de aduana. Delante de nosotros unos novios jóvenes y guerreros que iban al mismo festival pero con la particularidad de que ellos no llevaban boletos, así de barbas! El agente aduanal, (un tipo de razgos orientales) que los atendió, empezó bromeando con ellos y después hizo uso de su posición para ponerlos a temblar y con ellos a nosotros. El muy jijo, al ver que los cuates no llevaban ni boletos les empezó a exigir un comprobante de domicilio del tipo de, recibo de telefono, luz o agua:
-"no señor no traemos"
-"pos no pasan"
Afortunadamente para nosotros esa disputa duró el tiempo suficiente para que se desocupara el otro agente aduanal y nos tocara el alivianado.
De ahi, ya solo fue cruzar por detectores de metales y máquinas de rayos x con las maletas y ahora si, ya estamos en Gringolandia, ahi, pasando en San Isidro volvimos a tomar el autobús que nos llevó a San Diego, una ciudad que no está a más de 20 min de la frontera y en la que ya se nota la diferencia de uno y otro país, pero de eso, les contaré mañana...
sábado, 24 de abril de 2010
sábado, 3 de abril de 2010
Falco naumanni
Otra vez me caí. No fue debido a los pedales sino a la influencia de los foros. No frenes, recomiendan. Y no frené, incluso cuando estaba claro que tenía que hacerlo. Por supuesto me dolió más el golpe que los rasguños del zarzal en el que caí. La velocidad de la bajada requería toda mi atención, la disfrutaba. Efectivamente no hace falta frenar, al menos no en todos los sitios donde solía hacerlo.
El miedo está allí. A veces ganar un poco de seguridad te ayuda a dar el siguiente paso. Otras veces es fruto de los pequeños gestos.
Había llegado hasta el mirador de Hoyo, una ruta que me encanta pues me cuesta, incluso mucho. La tarde se iluminaba con un sol sabroso y nubes mullidas llenas de texturas pastaban tranquilas por la sierra de Guadarrama, dibujada en la cercanía. Cerré mis ojos arropado por el silencio, por mi respiración y por el viento.
Sentí. Cuando abrí los ojos ví posado junto a mí, a un brazo de distancia, un cernícalo primilla. Nos dimos un susto y emprendió el vuelo. Se trataba de una hembra. Su mirada amarilla se ha mudado a mi memoria. Los lunares de sus arenas alas transmitían cobijo, montaña, yerbajos. Fué un momento tan intenso que me llené de vida. Un extraño ejercicio de reflexión, el cernícalo y yo, vivos, cercanos, unidos.
Durante la bajada decidí hacer caso de los foros, no frenes tanto, bien dicen.
Quiero la montaña y doy gracias por esos instantes que me inundan de vida.
Abrazos
El miedo está allí. A veces ganar un poco de seguridad te ayuda a dar el siguiente paso. Otras veces es fruto de los pequeños gestos.
Había llegado hasta el mirador de Hoyo, una ruta que me encanta pues me cuesta, incluso mucho. La tarde se iluminaba con un sol sabroso y nubes mullidas llenas de texturas pastaban tranquilas por la sierra de Guadarrama, dibujada en la cercanía. Cerré mis ojos arropado por el silencio, por mi respiración y por el viento.
Sentí. Cuando abrí los ojos ví posado junto a mí, a un brazo de distancia, un cernícalo primilla. Nos dimos un susto y emprendió el vuelo. Se trataba de una hembra. Su mirada amarilla se ha mudado a mi memoria. Los lunares de sus arenas alas transmitían cobijo, montaña, yerbajos. Fué un momento tan intenso que me llené de vida. Un extraño ejercicio de reflexión, el cernícalo y yo, vivos, cercanos, unidos.
Durante la bajada decidí hacer caso de los foros, no frenes tanto, bien dicen.
Quiero la montaña y doy gracias por esos instantes que me inundan de vida.
Abrazos
Suscribirse a:
Entradas (Atom)